28 de mayo: día internacional de acción por la salud de las mujeres

28 de mayo

El derecho a la salud es un derecho humano, reconocido por Naciones Unidas y por la Organización Mundial de la Salud. La OMS establece que “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. El goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social”.

El género es uno de los determinantes que afectan a la salud. Es obligación de los estados adoptar políticas para que determinadas personas o grupos no sufran discriminación. Los datos demuestran que mujeres y niñas se enfrentan a una serie de obstáculos para poder ejercer este derecho.

Cuando pensamos en la salud de las mujeres solemos referirnos a la salud reproductiva y a situaciones y/o enfermedades que se presentan exclusivamente o, en todo caso, preferentemente en mujeres: menstruación, embarazo, parto, lactancia, menopausia, cáncer ginecológico o de mama, depresión, ansiedad...

Pero hombres y mujeres compartimos muchos problemas de salud que pueden afectar de forma diferente a cada sexo, muchas veces por causas físicas y/o biológicas, pero otras muchas por motivos sociales: pobreza, dependencia económica, violencia, prejuicios de género... Determinados grupos de mujeres sufren aún más estas circunstancias: mujeres refugiadas, migrantes, rurales, discapacitadas o de diferentes etnias.

Este enfoque casi exclusivamente reproductivo ha limitado el abordaje integral de la salud de las mujeres y es que hombres y mujeres podemos tener distintos modos de enfermar y presentar síntomas, necesitando otros métodos diagnósticos. Las terapias y medicaciones proporcionadas pueden actuar de forma distinta en mujeres y hombres provocando diferentes resultados. La visión androcéntrica que presenta al varón como referente puede producir sesgos en el diagnóstico, en los métodos de exploración, en la valoración de la normalidad en los análisis clínicos y en la aplicación de terapias, dosis y vías de administración. La propia educación sanitaria inculca nociones de salud diferentes en chicas y chicos; mientras para ellas tiene más que ver con el bienestar y el equilibrio, para ellos se suele expresar en términos de fuerza y potencia física.

La morbilidad femenina diferencial es el conjunto de enfermedades, motivos de consulta o factores de riesgo presentes exclusivamente, o más frecuentemente, en las mujeres. Visibilizar y comunicar estas diferencias puede aumentar la calidad de vida de las mujeres y erradicar la cultura del sufrimiento y la resignación que se genera al intentar ocultar y convivir con ciertos síntomas. La morbilidad femenina diferencial está causada por diferentes factores, que se combinan entre sí:

  1. Diferencias biológicas: Hechos relacionados con la salud física y mental que se manifiestan en mujeres y hombres como consecuencia de la diferente constitución orgánica. Se ha asumido, tradicionalmente, que desde este punto de vista, las única diferencias se encontraban a nivel reproductivo, pero también existen enfermedades y situaciones que se presentan con mayor frecuencia en las mujeres, como anemias, dolor crónico, enfermedades autoinmunes, enfermedades endocrinas, ansiedad y depresión o mayor vulnerabilidad al contagio del SIDA, que además pueden verse afectadas por causas ambientales.
  2. Medio ambiente social: la pobreza es el mayor determinante individual de la salud. Las mujeres somos más vulnerables a la pobreza, sobre todo en determinadas situaciones (migrantes, ancianas, niñas, determinadas etnias...). Otro gran problema es la violencia contra las mujeres, presente en todos los países, etnias, clases sociales y religiones: violencia dentro y fuera de la familia, malos tratos físicos y psicológicos, mutilación genital femenina, agresiones y abusos sexuales, violaciones, tortura sexual en conflictos bélicos, abortos selectivos, infanticidio, alimentación preferencial a los niños, matrimonio infantil, embarazos prematuros y no deseados, enfermedades de transmisión sexual, trata de mujeres, explotación sexual... Violencia que afecta tanto a su esfera física como psicológica o social, y que puede llegar hasta la muerte. También la división sexual del trabajo afecta de forma diferente: las mujeres ocupan puestos de trabajo menos valorados económica y socialmente, con menor capacidad de decisión y con mayor precariedad, situándose en una posición de desventaja social que influye en su calidad de vida. Las mujeres presentamos más cuadros de fatiga, estrés, dolores musculares, microtraumatismos, a lo que se añade la posible exposición a situaciones de acoso moral y acoso sexual. El trabajo doméstico y de cuidados y la doble/triple jornada aumentan los riesgos, y además quedan fuera desde el punto de vista de la salud laboral.
  3. Estilos de vida: Patrones de comportamiento determinados por la interacción entre las características individuales, las interacciones sociales y las condiciones de vida socioeconómicas y ambientales. Los estilos de vida en las mujeres y hombres se ven afectados también por los estereotipos, normas y roles socialmente establecidos y pueden afectar de forma diferente a la salud.
  4. Sistemas de atención a la salud: La organización de los sistemas sanitarios también pueden influir en acentuar o disminuir la brecha de salud entre mujeres y hombres. Los servicios en materia de salud reproductiva y sexual se dirigen exclusivamente a las mujeres. La atención primaria está contaminada por el sesgo de género de la visión androcéntrica de la ciencia y la medicina, que dejan al margen las diferencias y las especificidades. Para mejorar la calidad de la asistencia sanitaria de las mujeres es necesario el diseño de políticas públicas dirigidas a la formación de profesionales en enfoques biopsicosociales sensibles al género.

Las mujeres presentamos más enfermedades crónicas y utilizamos en mayor medida los servicios sanitarios, pero estamos subrepresentadas en los ensayos clínicos. Normalmente los datos obtenidos en población predominantemente masculina se extrapolan a las mujeres.

El diagnóstico diferencial de mujeres y hombres reduce los diagnósticos erróneos y fomenta el análisis de las patologías y de los riesgos con perspectiva de género, haciendo visible la morbilidad invisible de difícil diagnóstico y generando nuevas explicaciones y alternativas a los procesos de salud y enfermedad, que pueden contribuir a disminuir la desigualdad.

La salud de las mujeres debe abordarse desde una perspectiva de género que integre diferentes líneas de enfoque:

  • El estudio y tratamiento de los problemas y enfermedades debidas a las diferencias biológicas entre mujeres y hombres, atendiendo a las necesidades específicas y proporcionando recursos gratuitos, accesibles y de libre elección, con el fin de aumentar la autonomía y la capacidad de decisión de las mujeres en materia de salud sexual y reproductiva.
  • La identificación de las diferencias entre los sexos, con el objetivo de reducir la discriminación y evitar situaciones innecesarias e injustas debidas a las condiciones sociales de género.
  • El estudio de los determinantes psicosociales de género como modelos y roles construidos socialmente, que pueden provocan factores de riesgo diferentes, de cara a visibilizar cómo las actividades y roles cotidianos de las mujeres están asociados con su estado de salud, a valorar su impacto sobre la salud física y psíquica y a promocionar modelos de intervención comunitaria con el objetivo de modificar estos estereotipos y conductas.

Por todo ello es imprescindible la formación en género del personal profesional, tanto de investigación como de atención, para contribuir a generar un debate sobre la enseñanza actual en ciencias de la salud. Introducir la perspectiva de género en este campo implica reconocer, visibilizar y estudiar las diferencias biológicas y sociales, conocer cómo se interrelacionan y cómo la construcción social del género afecta a la salud. Debemos desprendernos del paternalismo y los estereotipos, escuchando y valorando las aportaciones de las mujeres, estimulando que tomen sus propias decisiones y apoyando la puesta en marcha de proyectos comunitarios en esta materia, con el objetivo de que mujeres y hombres tengamos las mismas oportunidades en la consecución del pleno desarrollo de la salud.

Las políticas públicas deben encaminarse a promover el enfoque de género en las leyes, programas y presupuestos, con el objetivo de garantizar el acceso de las mujeres en condiciones de igualdad a todo tipo de recursos y a eliminar toda forma de discriminación.

28 de mayo de 2017

 

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